Como la almohada que por las noches te protege,
tan suavemente que deja volar tus sueños;
como la cama en quien
reposa tu figura,
como el aroma natural que da tu cuerpo.
Como aquel canto del gorrión en tu tejado,
como el tic-tac del reloj en mi habitación;
como el motor del auto que
te está esperando,
para llevarte a lo que hoy es tu trabajo.
* De todo esto un poco y nada de algo más,
de lo que causan hoy tu risa y tu llanto;
de
la razón que tiene tu simple vivir
quisiera ser parte mi amor de ti en tu cuadro.
No lo cotidiano sino lo errante,
mejor tibio y no el extremo ardiente;
lo ocasional, más nunca tanto como ausente,
con
un criterio y a su vez remunerante.
Sin estar siempre hablando de épocas o edades,
la algarabía de mi ser no es inconsciente;
tal vez sea irónico,
pero un poco distante,
para no transformar dos seres en un ente.
Pues para amar se necesitan dos mitades:
Una que es mía y la otra para ti.
L. y M. J. Madrigal 1988